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martes, 8 de junio de 2010

Braulio Arenas y La Mandrágora

La existencia de este poeta me fue revelada en un libro sobre Neruda, que relataba un acontecimiento famoso entre las generaciones literarias del siglo 20: durante un discurso de despedida del poeta comunista, irrumpió de improviso en el escenario un tipo alterado que asaltó por sorpresa a Neruda, le arrebató su discurso y lo rompió.

El tipo fue castigado duramente por varios amigos y admiradores del futuro Premio Nobel. La crónica de la época señala que “lo sacaron del salón a viva fuerza y le dieron una pateadura de proporciones en las afueras del Salón de Honor de la Universidad de Chile”. Claro, para los nerudianos, el acto cometido por el irresponsable era un sacrilegio. El nombre de ese tipo audaz y aporreado era Braulio Arenas, nada menos que el fundador del grupo poético-literario La Mandrágora, referente ineludible de la poesía del siglo que pasó.

Oficialmente conocida como la “columna surrealista” de Chile, esta agrupación está ligada en toda su esencia a la figura de Braulio Arenas, quien junto a Teófilo Cid y Enrique Gómez Correa, iniciaron la aventura con la revista Mandrágora, que en sus primeros números ya se proclamaba como heredera espiritual de la poesía negra, llamada del terror. En palabras de Enrique Lihn, “instaurar el terror en medio del lenguaje”.

UN BUEN ENCUENTRO LITERARIO

Sucedió antes de ir a la feria. Pasé por la librería Crisis de Valparaíso y entre el catálogo de poesía, apareció por primera vez ante mis ojos una recopilación de Braulio Arenas titulada “La Mandrágora y otros libros”. Se trata de una edición de Pehuén de interesante diseño y que contiene 5 libros del poeta: “El mundo y su doble”, “Discurso del gran poder”, “La casa fantasma”, “Pequeña meditación al atardecer en un cementerio junto al mar” y “Memorandum mandrágora”.

Hablamos de un poeta soñador que antes de los veinte años ya había escrito buenas ideas en narrativa y poesía. Nació en La Serena, partió a Santiago y después a Talca donde termina el colegio siendo compañero de Teófilo y Enrique. De ahí de nuevo a Santiago a estudiar Derecho, carrera que abandona rápidamente para vivir de la escritura.

Corre la década del ’30 en Santiago de Chile y Braulio Arenas se convierte en un impulsivo escritor de dramas teatrales, registrando un notable récord en el año 1935 cuando escribió 17 obras. Al mismo tiempo, la poesía en él ya es un incendio, y emanando un color amarillo entre sus letras publica varios textos en la revista de Vicente Huidobro, “Total”.

Si bien hubo cercanía personal entre Arenas y Huidobro, a nivel estético la distancia era absoluta. Años después de la muerte del maestro creacionista, Braulio Arenas diría que “para nosotros Huidobro fue un excelente poeta y un gran amigo, sin embargo, nuestras diferencias eran extremas”. Claro, surrealistas y creacionistas fueron clanes que se miraron con curiosidad y lejanía, cada uno cargando “obstinadas lámparas”, apostando unos por la imagen, otros por la escritura automática, el relato de los sueños, las alucinaciones, el aullido.


La mirada del mundo como globo flotante era un gran punto de encuentro entre ambas corrientes, muy influyentes en la década del ’30. La Mandrágora siempre buscó la integración de su poesía a las grandes líneas del pensamiento poético internacional, representado dicho pensamiento liberador por el surrealismo. Los mandrágora chilenos se comunicaban a pura carta y lograban aparecer en revistas literarias de Argentina, Europa y Estados Unidos, en una constante actividad de parpadeos donde cada tic-tac del ojo era una imagen, una palabra: una mariposa con paraguas, un territorio de nómades son sombrero.

La Mandrágora duró entre 1937 y 1943. Braulio Arenas es históricamente reconocido como el “motorcito incesante” del grupo, llegando a relacionarlos con grupos surrealistas de todo el mundo. Gonzalo Rojas sentencia desde las alturas: “La Mandrágora no alcanzó la dimensión constructiva ni en lo político ni en lo poético, pero fue síntoma indudable de un estado de cosas, de su flujo y su reflujo. Prueba de tal inconsistencia fue la brusca dispersión de sus miembros y el golpe de timón de Braulio Arenas hacia el oéano surrealista del almirante André Breton, en 1941”.

Nuestro poeta experimentará transformaciones en su poesía una vez terminada la etapa Mandrágora, manteniendo la mirada surrealista ya generada en estética, en estilo, en lenguaje propio. Algunos conceptos posteriores fueron buscar imaginaciones y tratamientos fundamentales para una literatura folclórica nacional; oficios del habitante; el prójimo y el rumor de lo humano; y el paisaje chileno.

”Sí, nos comportábamos como salvajes, como poetas, y esto porque teníamos esperanzas. ¿Cuántos de esos amigos de aquella hora, en la hora presente mantienen sus mismas esperanzas? Yo no lo sé, pero me asiste la esperanza de que las mantengan todos”, escribió en 1968.

Braulio Arenas murió en Santiago de Chile, un suave día de mayo de 1988, no sin antes haber recibido el Premio Nacional de Literatura en un año oscuro para nosotros: 1984. Según el Ministerio de Educación de la Dictadura, el premio se le otorgó “en reconocimiento a su meritoria obra, y a una vida entregada enteramente al oficio literario”.

Más allá de premios y calificaciones, se reconoce en Arenas y La Mandrágora la potente voluntad de seguir comunicándonos a través de la poesía. Porque poesía es imagen en expansión, aullido de dioses ocultos; porque poesía es el poder supremo que concede el don de la palabra, y también una actitud frente a la vida, Braulio Arenas debe aparecer ahora en los stencils de Santiago con su chaquetón y su sórdida mandrágora negra en el hojal, como aviso y designio de los maléficos tiempos que se vienen. Que comience el corte de cabezas.

TU ROSTRO TE DESNUDA
(El mundo y su doble, 1940)

Te inclinas para mirarte
en todo mundo,
te inclinas para vivirte
en toda muerte,
te inclinas para negarte
en todo sueño.
Un hombre te rodea:
él es tu propio párpado.

Reposas en el sueño
tu cabeza,
tu belleza la entregas
a la muerte.
Vives para este mundo.

Vives para el presente,
sin pasado,
tu porvenir lo entregas
al amor.
Nada quieres saber,
todo lo sabes,
sabes que eres amor
y eso te basta,
tu rostro te desnuda,
poesía.

AZUL
(Memorándum mandrágora, 1985)

La curiosa manera de la lluvia:
cerrar, abrir los párpados.

La increíble costumbre
de atisbar por los vidrios
la chimenea adentro
como una mariposa:
según dice la lluvia,
mariposa de fuego.

Abrir, cerrar los párpados,
lluvia con ojos negros,
la de reírse a gritos
si alguien (acaso) piensa
en el color azul
en medio del invierno.


MANDRÁGORA
”Según la describieron los botánicos antiguos, la mandrágora es una planta de la familia de las solanáceas, cuyo tubérculo puede ser de color pardo oscuro o blanco. Según sea su color la raíz adopta la figura de un hombre o de una mujer. La mandrágora negra, que es la femenina, posee, de acuerdo con una leyenda milenaria, virtudes mágicas extraordinarias. Algunos autores aseguran que el filtro obtenido de la cocción del tubérculo ciega los ojos de los maridos y los convierte en dóciles y mansos”. Teófilo Cid, 1959.-

SIGNIFICADO
”En los tiempos de la Mandrágora, nosotros nos alucinábamos fácilmente con la palabra desvinculada del concepto, y encontrábamos numerosísimos ejemplos para apoyar nuestro entusiasmo, entre los cuales el famoso aforismo de Fabre d’ Olivet (uno de los iluminados, contemporáneos de la Revolución Francesa) ejercía su máxima enseñanza: Las consonantes son el cuerpo, y las vocales son el alma de las palabras”. Braulio Arenas, 1982.-

ESPERANZA
”¿El hombre, necesariamente deberá ser la presa constante del hombre, o llegará un día en que rotas las cadenas de su servidumbre, el hombre podrá alzarse magnífico y libertador, para dar a la vida su más claro enunciado total, superadas ya todas sus antinomias, y no solamente el enunciado parcial de su liberación económica, política o religiosa? (…) Hoy como ayer creemos que llegará un día en que el hombre será dueño de su destino, de una vez para siempre (…) Nuestra razón de vivir no está perdida. Vuelvo a pensar en mis amigos de la mandrágora…”. Braulio Arenas, 1958.-


(…)

Entrevista a Umbria en Kalafate


“Efecto Catapilco”, segunda producción de la banda porteña Umbría en Kalafate, es una álgida y llamativa sonrisa de composiciones rock y silencios folk, que además de canciones, son “una suma de romanticismos”, según la bajista Pax. La tierra, el clima, las horas, la risa. El efecto: la música.

Por Absalón

De una le preguntamos a Nara, guitarrista de Umbría en Kalafate, si el disco está disponible en la web. “Claro que sí. Hay una página. Se puede encontrar Efecto Catapilco en www.quorum.cl/umbria, ahí se puede bajar entero. También hay copias del disco escribiendo al correo del grupo, el clásico umbriaenkalafate@gmail.com”.

Para los seguidores de la música nacional, Umbría en Kalafate es, significa o recuerda una de esas hermosas flores regionales libres de smog. Un sonido que invita al retiro, con escándalo o en soledad, pero a un retiro natural, pajarístico y paisajista, sembrado de ganas por la lejanía de los lugares no urbanos, sino más bien rurales.

Además de Nara, integran Umbría en Kalafate la bajista Pax, el baterista Alex y el guitarrista Beto. Este es su tercer disco. Antes sonaron con “Umbrnklft” (2003) y “Psicofolclor” (2006), todos editados en Último Peldaño. Ahora, con Efecto Catapilco, cierran una etapa de presentaciones en vivo, composiciones y voladas, cuyo elemento común denominador es esa pequeña localidad ubicada cerca de La Ligua y que está en la memoria popular por ser el lugar de origen de un cura que impidió el triunfo de Allende en las presidenciales de 1958.

“Dado que la bajista Carola (Pax), vivió ahí como 7 años, pasamos muchos días ensayando, celebrando dieciochos, cumpleaños, y todo duraba siempre más de una semana. Entonces se fue armando una gran familia, porque como es un poco retirado, no es para ir un día, sino para estar más tiempo. Así se armó el efecto”, dice Nara en la previa de la presentación de la placa, en el Teatro Mauri de Valparaíso.

“Efecto Catapilco es un estado en el que nos encontramos en algún momento del día, en esos encuentros entre sol, aire, paisaje. Para todos aquellos que fuimos y vivimos esa experiencia, el Efecto Catapilco era casi risible, porque llegaba esa hora del día en que era “aahh… el efecto Catapilcooo…”, y nos reíamos. Todas esas variables tienen que ver, paisaje, clima y el encontrarnos todos nosotros, juntos”, agrega Nara.

Musicalmente, la estancia en Catapilco fue muy fructífera. El disco como proceso creativo y de ensayo se realizó intensamente en ese lugar. En palabras de Pax, “al menos todos los temas que son míos, tengo claro que los hice completamente inspirada en Catapilco, y los chicos también porque hicimos ensayos largos en ese lugar, a veces cuatro, cinco días.

- ¿Grababan?
Pax: “Grabábamos, de hecho hay efectos que están sacados del ambiente mismo de Catapilco. Por ejemplo el disco empieza con una “lluvia de pajaritos” como le decimos nosotros, que grabamos a la hora del atardecer en unos árboles que sabíamos que se iban para allá. Entonces pusimos micrófonos y estábamos ahí horas esperando que aparecieran, finalmente los grabamos y los incorporamos. Así se van sumando romanticismos que llevan a ese lugar, todos amamos la naturaleza y por eso se complementa una cosa con la otra, la música como parte de la experiencia de vida que es Catapilco”.

El efecto entonces puede leerse como un escape, un refugio, un diálogo más acertado entre silencio y creación, entre sonido y ritmo, fiestas familiares, amigos, trago y letanía, tomando el pulso a las edades de la Mapu.

“ES UN COMPILÓN”

- ¿Cuántos años de música tiene encima Efecto Catapilco?

Alex: “Son varios años, creo que tres, los que llevamos trabajando en esto. El disco mismo lo grabamos hace ya bastante tiempo. Estuvimos alimentándonos de él, nosotros mismos, compartiéndolo con la gente cercana, pero ahora ya es un hecho así que me gustaría invitar a todos a que lo escuchen y lo disfruten. Cierren los ojos, fúmense uno y sientan la experiencia del viaje con Umbría”.

Nara: “Este disco tiene temas desde 2004, algunos que no quedaron en Psicofolclor, pero que los volvimos a grabar y nos demoramos tanto que la banda fue creciendo, fueron naciendo otros temas y todos los fuimos metiendo acá. Grabamos más de los 16 temas que tiene el disco, hicimos 20. Y varios quedaron afuera. Es un compilón, es la historia de la banda”.

- Como música, ¿es el mismo sonido el del disco y el que toca Umbría hoy?

Nara: “No, no es una foto de lo que es la banda actualmente. Ahora estamos tocando temas que seguramente vamos a grabar en un próximo disco. Eso es un fenómeno que pasa aquí, porque dado que no hay mucho dinero para hacer estos volúmenes, las bandas se demoran, pero siguen creciendo, siguen evolucionando y haciendo temas, entonces el disco sale, y ¿llevamos todo junto? Son varios años… nosotros dijimos mejor aprovechemos de grabar todos estos temas que tenemos en este disco. Por eso es una colección de canciones de varios años”.

- Pax, dijiste que el disco era una suma de romanticismos…
“Sí, romanticismo, pero también furia, por lo mismo que sucede con el medioambiente, en el país y en el mundo en realidad, la poca conciencia que tenemos respecto a, por ejemplo, los desechos que producimos. Y lo que se fomenta a nivel gubernamental, en relación a lo que es nuestra actividad agrícola como país... por ejemplo ahora en la zona de Catapilco todo el mundo cultiva paltas, y así nos vamos a volver muy insuficientes para nosotros mismos. No seremos capaces de autoalimentarnos”, señala la bajista Kalafate.

Las edades de la Mapu tienen que ver también con el dolor de ver la explotación geométrica de los recursos naturales, y desenmascarar la mentalidad cortoplacista que rige a gobiernos y empresas. El disco en ese sentido entrega contundentes señales de alerta o conciencia musical, al menos en los títulos: “Muerte”, “Mortuorio”, “Veneno”, nos recuerdan que algo en nosotros está en jaque.

“Son sinrazones muy fuertes. Lo que ocurre con el agua, en lo que es el valle de La Ligua hacia arriba. Ahí se cultiva mucho palto y el recurso hídrico que hay no va a dar para satisfacer las necesidades de ese tipo de plantación. A lo mejor ahora los paltos están chiquititos y alcanza el agua para regar todas las plantaciones, pero cuando el palto tenga 10 años y una necesidad hídrica mucho mayor, el agua no va alcanzar”, dice Pax.

La preocupación por el futuro de la Mapu se cuela en los arreglos y alaridos subterráneos de Efecto Catapilco. Pax lo confirma y sigue su defensa del reducto, de la aldea local que nos va quedando: “No se proyecta nada. A nivel de Indap, por ejemplo, donde se trabaja con el agricultor más pequeño, se fomentan ese tipo de actividades, y no otras como lo orgánico, que podría servir para satisfacer las necesidades alimentarias de la toda comunidad del sector. Prefieren fomentar los mata-malezas y todo ese tipo de cosas venenosas que son súper contaminantes, pues se quedan en la tierra mucho tiempo. Así vas agotando el terreno donde vas cultivando, y en el fondo qué, vas a cultivar tú, pero tus hijos y tus nietos ¿qué van a comer? No van a tener una tierra fértil”, sentencia Pax.

¿Incluye esa fertilidad a Umbría en Kalafate? Claro que sí. “Efecto Catapilco” es un indicio de abundancia en código rock y folk. Las canciones son además una actitud, un efecto, un deseo y una raíz. La fertilidad se completa en no dejar de pensar en la amenaza que representa la actual edad de la Mapu, venenos y sobreexplotación de por medio. En ese sentido, la música y los alaridos nos sirven a todos como gesto, como respuesta y lluvia de pájaros-.


Fotos: Carlos Ormazábal. Corresponden al lanzamiento del disco, en el Teatro Mauri de Valparaíso.-

"Vagabundos de la nada, poetas y escritores en el bar Unión"


Una de las más notables páginas de la historia literaria chilena está contenida en este libro, cuyo título completo es “Vagabundos de la nada: poetas y escritores en el bar Unión”, y que fue publicado bajo el alero de la editorial La Calabaza del Diablo (Santiago) en 2003...

Se trata de una generosa recopilación de cuentos y poemas de varios literatos nacionales, publicadas en torno a numerosas tertulias bohemias vividas en este bar ubicado en el centro de la capital, en días en que la oscuridad de la derecha gobernaba el país, tal como cuenta Ramón Díaz Eterovic en la introducción del texto:

“1980. Nos rodea la oscuridad de la época y el miedo asedia al vino. Hablamos en susurros. La vieja mesa de madera crece con las horas. Al mediodía ha llegado Jorge con algunos libros bajo el brazo. Lo espera su hermano Iván. Lo esperamos Rolando Cárdenas, Germán Arestizábal, Alvaro Ruiz, Carlos Olivares, Roberto Araya Gallegos, Aristóteles España, Juan Guzmán Paredes, Mardoqueo Cáceres y algunos más que ‘matamos’ las horas conversando de poesía, de fútbol, de los chismes literarios de esos días, pobres y grises, como todo lo que nos rodea. Es el inicio de una tertulia más en la ‘Unión Chica’, bar ubicado en la calle Nueva York, en el centro de Santiago, con sus garzones de chaqueta blanca y mesas de madera, que eran el medio que rodeaba nuestras reuniones; de esas charlas interminables que iban quedando registradas en una bitácora que Jorge Teillier custodiaba con especial celo y que finalmente, después de su muerte, se encontró en su casa de La Ligua, entre sus libros de poesía y manuscritos”.

El libro transporta de inmediato al lector a un ambiente mágico, místico y cálido, pero que no alcanza un perfil de olimpo: es que en un bar no hay dioses ni diosas, aunque Jorge Teillier o Stella Díaz Varín sean algunos de sus parroquianos más frecuentes. La poesía es la única que podría denominarse como “diosa”, cuestión que igual es bastante discutible. Pero ese es otro asunto.

“Vagabundos de la nada” parte con la ya mencionada - y notable - introducción de Díaz Eterovic, más un artículo publicado en 1982 por el mismo Teillier en el diario El Mercurio (que en esa época apoyaba con todo a la dictadura, ¡oh! paradojas de la literatura y sus “dioses”) y otros escritos de Poli Délano y Mariano Aguirre, que ayudan a entender el contexto y la forma en que fue concebido este proyecto: un grupo de laburantes sencillos, apasionados y bohemios, dejando constancia de la creación sobre la represión, en un país que en ese instante comenzaba a desaparecer como tal.

Los textos puestos en la mesa son de buena calidad, cada uno en su estilo y temática. La recopilación estuvo a cargo de Díaz Eterovic e incluyó, en orden alfabético, a Roberto Araya, Germán Arestizábal, Mardoqueo Cáceres, Juan Cameron, Rolando Cárdenas, Ramón Carmona, Ramón Díaz Eterovic, Stella Díaz, Gonzalo Drago, Aristóteles España, Mario Ferrero, Jaime Gómez, Juan Guzmán Paredes, Eduardo Molina, Ronnie Muñoz, Carlos Olivares, Ramón Riquelme, Alvaro Ruiz, Iván y Jorge Teillier (hermanos ambos), Enrique Valdés, Julio Venegas, y Leonora Vicuña. Mención aparte merecen las llamadas “actas de la Unión Chica”, redactadas por todos los asistentes, y en donde se aprecia, en un lenguaje más coloquial, la cotidianeidad de la época y las relaciones personales entre todos los “vagabundos de la nada”.

Este es uno de los libros imprescindibles para comprender la poesía chilena de la década de los ’80. Nos remite a la necesidad de la palabra de expresarse en cualquier contexto, reivindicando a la vez la figura del bar como punto de encuentro social y cultural que no desaparece jamás de las ciudades, por muchos toques de queda que caigan sobre ella.

Veamos algunos poemas.


De Germán Arestizábal:

“La calle escarlata”

Siempre llueve en esa calle,
la gente lleva sombrero,
hay un olor a pizza y florerías,
altas veredas,
como las inalcanzables mujeres
que descienden de brillantes coches
con chofer.
Edward G. Robinson camina despacio,
masticando recuerdos, aquí encontró
el amor que trastornó su vida,
duró muy poco y con triste final,
por unos días se sintió amado,
alto, audaz, juvenil y vivaz.
Esto fue hace tiempo,
hoy arrastra los pies, hablando
solo por esta calle
esperando esta vez
volver a verla
una vez más.

De Juan Cameron:

“Cuando muere un camarada”

Difícil es hallar una cerveza en la noche de Lutero
Los boxeadores impiden la entrada a las discotecas
como si fuera el cielo o el infierno
Los siete círculos de la lluvia se burlan en los árboles
El despertador es una broma de tiempo y los kioscos
cierran sus piernas a los desesperados
Las hermosas pasean con luces de neón
/ como taxis por las avenidas
Los buenos muchachos duermen en la tierra
prometida sin premura ni sed
En los sueños boxean
Y el murmullo de las ruedas sobre el asfalto semeja un arroyo
en el valle central
de un país olvidado que no existe.

De Rolando Cárdenas:

“Los silencios”

A veces en la casa lo único que se oía
era el crepitar de la leña en la estufa
y el acompasado ruido de la devanadera
en la que se absorbía la abuela.

Todos reunidos y todos silenciosos
como llamados a presidir solemnemente el invierno,
con una actitud igual que en el sueño de las noches
pero con dos vidas detrás de esos años:
una, con miles de árboles blanqueados
y otra, que deja crecer el silencio de ahora
con la ventisca alrededor de esta casa.

El crepitar de la leña les devora las palabras
y las vueltas de la devanadera los aleja y los adormece.

Por dentro la casa es un silencio de madera,
pero después de tanto tiempo
alguien se mueve de su asiento y se acerca al fuego,
porque alguna gota de lluvia rezagada
que burbujeó en la tina
es motivo para comentar brevemente sobre el cielo despejado.

De Ramón Díaz Eterovic:

“Cárdenas”

Algunas tardes vuelvo a la cantina
donde él embriagaba su sonrisa provinciana.
Sus poemas saltan a mi memoria,
como huidizos y lejanos copos de nieve.
Recuerdo las calles
que recorrimos
mientras el viento
- aquel del sur y el corazón -
nos decía
que éramos tan frágiles
como los rayos del sol
en un amanecer magallánico.

Algunas tardes
su nombre asoma en el vino que bebo.
Y es como una llama
que ilumina el camino,
ahora
que estoy solo
y los amigos se han ido
sin anunciar la fecha del regreso.

“Retrato de un puntero izquierdo”

Solo,
apegado a la línea de cal
con la pelota junto al pie,
y el aliento
de los defensas a sus espaldas.

Sueña con llegar a la red del arco contrario,
y por amor a la libertad
juega por el sector izquierdo de la cancha.

De Aristóteles España:

“Jorge Luis Borges en un prostíbulo”

Con su cara de maldito y sus ojos de leopardo extranjero,
el poeta entra a un prostíbulo en el sur de Chile;
nadie lo acompaña esta vez,
ni profesores ni damas extravagantes,
es El con su líbido y su cruz.

Vino de incógnito a Chile con el único objetivo
de
hacer
el amor,
ni poemas,
ni conferencias, sólo sexo,
el gran sexo del sur chilensis,
con hembras como fantasmas
que salen de sus bolsillos ingleses,
es El.

Con el dinero de su amante y piernas que tiemblan,
compra a hembra chilena y baila el único
bolero antes de ir a la cama,
Borges tiene hambre,
ingresa con mujer mapuche al nervio,
sólo al nervio, dijo.

Y comienza a volar por el dormitorio y sus
enanos vuelan
también;
la mujer llora desconsolada
porque Borges la ha penetrado, ¡es Borges!

la habitación se mueve
y los huesos atraviesan el local
y todo el sur con el nombre.

De Mario Ferrero:

“Invierno”

Esta tarde de invierno,
quemando mi café en la llama fría,
siento el hueso capital
la furia
de dos gotas inmensas de neblina.

Se sentaron los vuelos pierna arriba
detrás de la llovizna.
Es un caballero eterno el que se muere
de tanto galopar contra la vida.

Hay en tus ojos una herida rubia
esta tarde de invierno,
esta tarde lejana y ya vivida
en que estoy fuera de mí,
apenas calentando este duro café
en la llama fría.

De Jaime Gómez:

“Versos a la muerte”

A mi tierra

Yo no vengo a pedir venganza
por mis muertos,
ni vengo a pedirle a la muerte
que comprenda.
Yo sólo traigo las voces de los pájaros,
yo sólo traigo estos versos a la muerte.
Cuando se mata un árbol,
algo del aire entre sus ramas muere,
pero otros verdes del árbol amanecen.
Por eso nace el sol.
Por eso la luz caída, en el monte,
reverbera.
Deshojada la flor, sigue naciendo.
Yo no vengo a pedir venganza
por mis muertos.
Pero ha de ser
y, un día,
rendida ha de caer también
la muerte,
rodando, a la huesera.

De Ronnie Muñoz:

“El milagro de la vid”

A Omar Lara

En cautivantes lagares cantan
las almas de los divinos borrachos
que se marcharon al corazón del cielo
con un ardiente racimo entre las venas.

El vino es topacio y río,
en el sereno altar de la vendimia.
Pájaros ebrios picotean la uva
y el diablo baila en los toneles.

Amo el viento besando los parrones,
las bodegas anhelando la cosecha
y al mosto que se desliza entre los senos
de lozanas vendimiadoras.

Me estremezco en las bodegas olorosas,
en el edén de todos los viñedos;
cuando la magia de los toneles
embruja las sedientas miradas
de poetas, frailes y borrachos.

Manos ardientes cogen los vasos
y en el ritual del amor y la alegría,
los amantes se tienden junto a un ánfora,
agradeciendo a Dios, el perpetuo milagro de la vid.

Ángeles rojos sonríen en las vasijas,
rudas manos exprimen los racimos,
que estallan como pezones sagrados.

La tarde se marea, el viento se marea;
gatos borrachos sueñan en los toneles;
enrojecen los labios de la tarde
y se marea el viento.

Revienta una guitarra, sonríen los luceros
y las copas se trepan a los labios,
para exaltar el rito del vino luminoso,
que alegra el alma del rico y el mendigo.

De Jorge Teillier:

“Sentados frente al fuego”

Sentados frente al fuego que envejece
miro su rostro sin decir palabra.
Miro el jarro de greda donde aún queda vino,
miro nuestras sombras movidas por las llamas.

Esta es la misma estación que descubrimos juntos,
a pesar de su rostro frente al fuego,
y de nuestras sombras movidas por las llamas.
Quizá si yo pudiera encontrar una palabra.

Esta es la misma estación que descubrimos juntos:
aún cae una gotera, brilla el cerezo tras la lluvia.
Pero nuestras sombras movidas por las llamas
viven más que nosotros.

Sí, ésta es la misma estación que descubrimos juntos:
- Yo llenaba esas manos de cerezas, esas
manos llenaban mi vaso de vino -.
Ella mira el fuego que envejece.

De Leonora Vicuña:

“La hora del lobo”

Es la hora del lobo.
La madre cierra suavemente las persianas.
Salen de sus oscuros escondites las polillas,
las baratas.
Puertas adentro la ciudad se recoge
en su desesperanza.
En el silencio total que nos inunda,
un suspiro puede ser una amenaza.

Los lobos rondan las calles abandonadas.

De pronto: disparos y un grito a la distancia.
El corazón se agita.
Los ojos se dilatan.
Nadie se mueve.
Nadie dice nada.
Pero todos sabemos
en la tibia oscuridad de la casa
que alguien esta noche ha caído en una trampa.


Santiago de Chile, 1982.



(...)

Reco-mandamiento Poético


"Álbum de Valparaíso", de Elvira Hernández

Por AOM

Este libro del año 2002 contiene una poderosa y fresca poesía, escrita en un estilo libre que sorprende por su naturalidad y por ofrecer una particular visión del oficio poético, abriendo cauces a nuevas formas y tonos en la escritura.

Con el puerto de Valparaíso como entorno geográfico, la autora va dando forma a un cuadro lleno de imágenes individuales y urbanas, donde la ironía, la parodia y la crítica están presentes a través de una pluma magistral y llena de curvas, tal como sucede en muchas calles de nuestro puerto principal.

Así, junto a algunos lugares reconocibles de la ciudad, es posible encontrar voces y ecos del ciudadano acostumbrado / asombrado a la vitalidad de Valparaíso, dejando también espacios para algunas "declaraciones" sobre el "deber ser" del poeta, que en este caso, no se acerca en nada a los rancios cánones literarios de ciertos personajes.

Una saludable ejercicio de lectura, en lo posible bajo la influencia de alguna flor benigna, es este "Álbum de Valparaíso", para muchos la opera prima de la poetisa Elvira Hernández, nacida en Lebu en 1951. Un álbum de imágenes recortadas, pegadas con la saliva invisible de la poesía y con Valparaíso como anfiteatro animal, con burros de carga y esqueléticas quijadas de asno como paisaje; un barrial, una calle polvorienta, la sed y el cansancio de la subida, lo remoto del habitante y lo poderoso de la poesía como obra de arte, como expresión sublime del latido más íntimo del puerto, con sus tajos y repúblicas escondidas.

Algunos poemas:


No hay que echarse a morir

Hay que echarse a vivir serenamente.

Debes ir y poner tu huella digital
sobre lo más sólido
Después brindar con el borrón de ti mismo
sin cuenta nueva en el espejo
en el bar de la esquina
Después marcharte con el portazo único
de tu corazón
por la calle larga
y cerciorarte
que nunca nadie te siga.

***

"Stultifera Navis" atraca al fondo
Las aduanas no registran nada
Es como un temblor imperceptible grado 1,5
Un contrabando que viaja en una amígdala
Un amasijo amatorio que da el quilo
Aleve se guarnece con álgebras
Fiel se traslada a su capacha
Hace ejercicio en los palos mayores para
encontrarse con las nubes
El mundo es un ojo de buey mirado por
un ojo de buey
Un cansancio color ataúd.

***

No me dé sopa de tortuga - ese milenio no cabe en una sopa
Ni loco vedado c/ la agregaduría de cortina de humo
Ni choro-zapato por un asunto de simbolismo
Ni sierra todavía inencontrable en su mismo piso
Ni atún tipo caballa que no quiero parecidos
Ni menos epopéyica espinaca

Tráigase un pez eléctrico enchufado

***

Entre el Hotel Bristol y el Hotel Lancaster
está el Mago de las Ruedas
Entre cerro y cerro los vericuetos irrespirables
que se meten al bolsillo
Entre ventana y ventana un cordel de ropa
pendiendo al mar hecho trinquete
Entre vacío y litoral grúas pendulares
ánimas de pájaros de pronto
Entremedio ¡upas! para alcanzar la cima y el rincón
prometidos los brazos que por horas
recogerán mi sueño metido
Entre ceja y ceja

***

tiro por la borda claridades añejas
tiro la casa por la puerta principal
tiro sopapos de lo lindo
tiro como loco
tiro al tanteo y al tuntún
me tiro al dulce – es amargo –
tiro tres tristes trenos tincados
le tiro los platos por el trasero
tiro y no aflojo
tiro desde el fondo de mí mismo
no tiro a salir a flote
tiro en la sien.

***

Ya no me voy a sentar a la plaza
me siento en la placilla

allí tomo sol
allí tomo sangre
allí escucho los retumbos que la tinta borra
y piso la borra que la tierra junta
tiro una colilla porque me da lo mismo
veo a las palomas mirarme con ojo de jote
y al carroñero venir a comer en mi mano

¿Una quijada de asno te ilumina la ampolleta?

Mi propia arenga no me impresiona

Termino por dormirme

***

Mesa redonda entre
la Mujer de la Vida y el Hombre de Mundo

H. de M. – Querida, no hemos andado lo mismo.
M de la V. – Oye, no sé cómo llamarte. Nos parecemos como el pato a la gallina.
H. de M. – Mi asunto tiene que ver con el concepto, tú sabes.
M. de la V. – ¡Qué bueno corazón! Porque lo mío tiene que ver todavía con misterios.

***

muy señor mío y señora mía
pohetas:

te tienes que escribir con algo de letra muda para
entenderte, y entender que no puedes entrar en
globo aerostático o montado en burro a la ciudad.

¿vives acaso en la cima de una columna o estás
tratando de arrebatar el micrófono? (constato que
hoy todos chupamos ese candy de palabras con la
rara excepción tuya) ¿cuál es la palabra del poeta?
(quizás ya no quedan palabras)

te recomiendo mejor una de nuestras fiestas de
larga duración donde hombres y mujeres caen del
cielo y a pedir de boca el suche es rey y el rey paco
raso y las paganas vírgenes sabias mujeres, etc.
Todo se revuelve

no sé dónde deberías comprar ropa para lucir con
eso del hábito y del monje, ¡habitar tanto lugar
común!... Pórtate mejor como chaqueta amarilla

si te has ido a pique sobrevive en la submarina y
escríbenos en la arena porque igual te queremos

***


Elvira Hernández nació en el puerto carbonífero de Lebu, en 1951. Parte de su niñez la vivió en Chillán y en 1962 llegó a la ciudad de Santiago. Hasta el momento ha estudiado un poco de filosofía, arte, política, lenguas e historia, pero los sueños le han sido siempre más reveladores. Durante los años dictatoriales no se movió el país y escribió “La bandera de Chile” en 1981, que sólo pudo conocer la imprenta como libro diez años después, en Buenos Aires. También ha editado entre otras publicaciones, “Carta de Viaje” (Buenos Aires, 1989), “El orden de los días” (Roldanillo, Colombia, 1991) y “Santiago Waria” (Santiago, 1992). Su trabajo no ha llamado la atención de la crítica y con el tiempo ha logrado consolidarse, según sus propias palabras, como falsa poeta.


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